Si en Mesoamérica somos hijos del maíz (Zea), toda América del Sur lo es de la papa (Solanum) “Mamá Jatha”, o madre del crecimiento; más de 5,000 variedades de papa son conocidas por los quechuas, los aymara y las diversas culturas que habitan Bolivia, Perú, Ecuador o Colombia.
El Centro Internacional de la Papa ubicado en Perú registra que la papa tiene el rededor de 8,000 años de encontrarse frente a frente en los Andes con los cazadores recolectores; a 3,800 msnm, junto al lago Titicaca, 200 especies silvestres fueron domesticadas.
En realidad, lo que hoy se conoce como “papa” (Solanum especie tuberosum) contiene apenas un fragmento de la diversidad genética de las siete especies reconocidas en la actualidad que se siguen cultivando en los Andes (fao, 2008).
Nutricionalmente la papa aporta sobre todo carbohidratos en forma de almidón y en pequeñas proporciones vitamina C, hierro, vitamina B2, potasio, fosfuro y magnesio; ha demostrado bien su capacidad de alimentar al ser humano cuando en el siglo XVIII salvó a Europa de la hambruna.
Culturalmente es fundamental en las poblaciones de los Andes para medir el tiempo, las superficies y los espacios (topos); por ejemplo el tiempo de la vida cotidiana puede determinarse a partir del tiempo de cocción de las diversas variedades de papa.
A la meseta Purépecha, la papa (Solanum tuberosum) llegó hace diez años en sus variedades mejoradas: la Fianas, Agatas, Fabulas, Aduras, Luceros, Mundiales, Felcinas, Ambras, todas ellas representando el paquete tecnológico de la revolución verde, es decir la producción agroindustrial que incluye principalmente la mecanización para labrar el suelo y el uso de agrotóxicos para fertilizar o controlar enfermedades y plagas.
Así, la papa poseedora de un diálogo ancestral con las culturas andinas se ha convertido en una amenaza para el maíz local, como seguramente el maíz (insumo del biodiésel) lo es en la Amazonia de Brasil.
Más de 200 hectáreas se han sembrado en los últimos cuatro años con papa en la comunidad de San Francisco Pichátaro, los empresarios agrícolas que deciden qué, cómo y cuándo sembrar provienen de los municipios de Zamora o Uruapan, Michoacán.
Cindy Morales Máximo, egresada de la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán y originaria de San Francisco Pichátro, en su documento de titulación, ha logrado identificar diferentes impactos derivados de la introducción de cultivo industrial de papa en su comunidad, entre otros destacan:
- Erosión del suelo agrícola con más de 300 toneladas por hectárea perdidos por ciclo.
- Más de 24 agroquímicos aplicados por semana durante 5 de los 6 meses del ciclo de producción, de ellos 12 están prohibidos en más de 30 países por provocar cáncer, disrupción hormonal, afectaciones en la reproducción; el resto tiene impactos menores en la salud como mareos, dolor de estómago, ojos irritados;
- Pérdida de polinizadores locales, los cuales incluso aún no son identificados en su totalidad y que son indispensables para la permanencia de las plantas silvestres.
- Contaminación de mantos acuíferos.
Lo anterior no sólo coloca en una situación vulnerable a la comunidad o región, el daño es nacional al perder milenios de conocimiento y la estabilidad del ecosistema local.
El problema es complejo dado que la papa genera ingresos importantes a las familias de la comunidad, tan sólo la empresa rinova ingresa más de 4 millones de recursos económicos a través de renta, pago a jornaleros y mayordomos. Por supuesto la ganancia para dicha empresa representa un ingreso mucho más considerable, casi 26 millones de pesos por cosecha.
Desde la perspectiva del patrimonio biocultural la amenaza mayor radica en la interrupción de la transferencia del conocimiento, pues si la familia no decide sobre qué, cómo y cuándo sembrar la parcela, las nuevas generaciones no aprenderán los secretos necesarios para cultivar la tierra.
En la meseta Purépecha se domesticaron quince de las 64 razas de maíz, destacando la raza Mushito de Michoacán que es un conjunto de poblaciones de maíz de las regiones serranas (Carrera 2008, CONABIO 2011, Ortega y Sánchez 1989, Sánchez 1989, citados por CONABIO, 2011).
Y tal como lo ha señalado Toledo (1994), quien siembra trae en sus espaldas la herencia del conocimiento generado por lo menos en 10 generaciones y además construye sus propios conocimientos, que, a su vez trasmite oral y vivencialmente a los más pequeños.
¿Cuál será el futuro de la papa en la meseta?; ¿será como el trigo en la colonia?, ¿la racionalidad para la reproducción de la vida logrará la resiliencia socioecológica que puja secreta y permanentemente ante el monstruo del capitalismo?
Referencias
Centro Internacional de la Papa (2015). Presentación, sección papa. Recuperados el 20 de mayo del 2015. http://cipotato.org/potato-2/
CONABIO (2011). Distribución de razas de maíz del grupo Cónico ó de las partes altas del centro de México.
FAO. (2008). Año internacional de la papa. Recuperado el día 10 de junio de 2014, de http://www.fao.org/potato-2008/es/lapapa/cultivo.html
Toledo V. (1991). El juego de la supervivencia, un manual para la investigación etnoecológica en América Latina. Santiago, Chile. CLADES.]