domingo, diciembre 1

Humanismo y Universidad

Reflexionando sobre la racionalidad universitaria

El presente ensayo representa un esfuerzo por exponer algunas consideraciones relevantes para la actualización del modelo educativo universitario a la luz del Humanismo. Tiene la intención de ser un incentivo para la reflexión del estatus epistémico y el papel que le asignamos al conocimiento que han desarrollado las diferentes disciplinas que atienden el tema de lo Humano. El documento es en sí mismo una provocación para el análisis y discusión respecto a los cambios que se observan como necesarios desde diferentes perspectivas del quehacer universitario.  Abordaré el análisis del saber del Ser Humano como individuo y del saber de los grupos sociales como Humanidad y cómo estos saberes han acuñado abstracciones que representan categorías de análisis que configuran modelos explicativos y a su vez representan instrumentos de transformación social. Señalaré, a manera de ilustración algunas categorías conceptuales que son representativas del entendimiento de la subjetividad humana, la importancia de incorporarlas en la práctica educativa como elemento del currículo y de qué manera se justifica su participación como parte estructural y básica del modelo educativo que a la Universidad contemporánea interesa.

Tomo como punto de partida la participación de la subjetividad en el espacio educativo como contenido de pensamiento objetivable, pues se observa que los intereses, motivaciones, necesidades, entre otras competencias subjetivas, son factores individuales que representan un objetivo de sustancial relevancia para diferentes programas de investigación educativa; pues toda vez que idealmente cada grupo social debería tener la capacidad de definir conscientemente el destino que desea, se torna fundamental entender los procesos humanos que marcan el desarrollo individual. Es decir, si bien es cierto que el comportamiento de las personas en los diferentes ámbitos de sus vidas es regido por múltiples factores contextuales, como son la familia, la cultura el contexto económico, político y social, que todos estos factores inciden en los sentimientos, actitudes, motivaciones, esperanzas, y en el desempeño de cada individuo de manera particular, también es cierto que, en el sentido inverso, el desarrollo social se determina a través de los comportamientos de los individuos que conforman al grupo o sociedad en la que participa.

Se ha tornado fundamental entender el proceso de autorregulación del comportamiento que experimentan los individuos cuando pretenden alcanzar una meta, pues se considera que los individuos son capaces de, en diferente medida, voluntariamente definir el cause que toman sus vidas. En el ámbito académico, por ejemplo, se reconoce que la motivación juega un papel fundamental en la manera en la que los estudiantes se comprometen en la consecución de las metas. Pero en cierto sentido la motivación se ve influida por el contexto y las circunstancias en las que se vive. Y lo mismo pasa con las creencias y valoraciones de los estudiantes, las cuales desempeñan una función determinante en la dirección y la fuerza del compromiso con la tarea. 

Este análisis vuelve evidente la necesidad de incluir la subjetividad humana en los procesos de educativos e instruccionales que son la base del desarrollo de lo que debemos entender como proceso racional de los grupos sociales,  a partir de la idea de que el comportamiento se conduce a partir de los intereses y motivaciones individuales y que es necesario destacar, como ya se mencionó, que por un lado, tales intereses y motivaciones son la causa inmanente de la manera en que se comportan los individuos, y que por otro lado, los intereses y motivaciones terminan siendo una función de factores externos, pues la misma estructura social, política, cultural y económica fomenta la construcción de significados e impone restricciones al comportamiento; no obstante, los factores psicológicos son determinantes, en la medida en que las decisiones de los individuos parten de actitudes y estados emocionales y mentales en momentos determinados. Por lo tanto, la interacción entre los diferentes factores que interactúan para dar sentido a la conducta frente a diferentes circunstancias se presenta como un tópico de capital interés en la investigación actual. La voluntad humana se erige en la interpretación que se hace de la realidad que se experimenta. Lo que el individuo cree, sabe, espera, valora, intuye, conoce, constituye la orientación que éste da a su comportamiento. Tenemos entonces que, saber qué nos lleva a creer, esperar o valorar de determinada manera es de interés para la enseñanza en la medida que la motivación se orienta a partir de esta información. Un estudiante se desempeña mejor en la medida en que su disposición a actuar como tal es consecuente con sus expectativas en la vida, con su creencia respecto de su capacidad para aprender, con la dificultad que él atribuye al conocimiento que debe aprender; un joven regula su comportamiento sexual de mejor manera en la medida que es más consciente de las consecuencias de su comportamiento, de sus expectativas en la vida, de sus valores.

Los estados mentales, la disposición a actuar de maneras determinadas, la interpretación en sí misma se derivan de la interacción entre la información y la significación que de ésta hace cada individuo; y este saber reviste una importancia mayúscula en el desarrollo de la utopía que representa conceptualmente el Ser Humano; Por lo que, con la finalidad de enmarcar la importancia que reviste para nuestra especie tener mayor conocimiento de nuestra situación en el tiempo, se ha vuelto necesaria una visión dinámica del proceso del desarrollo social, en la que se visualiza a la Universidad[1], en su carácter de institución social, como la entidad depositaria de la conciencia de la especie y como un actor fundamental en el desarrollo de los mecanismos adaptativos de los grupos sociales —destaquemos que las Universidades se erigen por grupos sociales cuyos contextos encarnan el proyecto Humano enriqueciéndolo con múltiples perspectivas— aun cuando su concepción (ideal) original considera una visión consensuada de la Humanidad como un todo integral. Para entender la progresión histórica del espíritu colectivo, es necesario entender cómo es que las instituciones universitarias y educativas en general[2] están dando respuesta a las exigencias impuestas por la rápida evolución de las estructuras informáticas sobre las que se da la comunicación del conocimiento. La dialéctica de lo individual y lo colectivo que, analizado ya en términos idealistas, ya en términos materialistas, podría interpretar que las universidades experimentan una evolución que corre paralela al espíritu de la época o zeitgeist[3], que nutre y se ve nutrida por una idea de propósito final, el weltgeist.

Me parece que los argumentos expuestos hasta este momento me permiten destacar algunas conclusiones relevantes para los fines de esta exposición que apuntan hacía algunas premisas fundamentales de la manera en que debe conformarse la articulación de la estructura universitaria.

Primero, el proceso reflexivo de la institución educativa representa en la actualidad un área del conocimiento que en algunas instituciones no ha sido considerada en su justa dimensión. Herederos de una confrontación intelectual centrada en lo que se denominó positivismo lógico, muchos de los actores intelectuales que configuraron las estructuras universitarias de nuestro país, mantienen aún posturas que separan la visión epistémica de los contenidos académicos en términos de la dicotomía (para algunos, aparente) objetividad-subjetividad. En la actualidad, por citar un ejemplo, es más pertinente el término apropiación del conocimiento que el de aprendizaje en tanto que el primero corresponde con la visión epistémica constructivista que ha dado pauta a los más recientes avances en el área educativa. En seguimiento a esta idea es necesario señalar que el conocimiento de la subjetividad humana debe ser incorporado necesaria y obligatoriamente en la articulación del currículo universitario como parte de un modelo educativo transdisciplinario que considere la participación propositiva del estudiante en la gestión de su saber. Así es como se acuña el concepto Agencia académica, por ejemplo, desde la investigación del proceso psicológico de los estudiantes. Concepto que considera la noción de voluntad como eje central del Ser Humano. Esta área requiere ser ponderada adecuadamente, hay que invertir en el análisis y desarrollo de acciones para potenciar el proceso adaptativo de las estructuras sociales con fundamento en el fortalecimiento del saber de nosotros mismos, dados los diferentes campos de conocimiento y los fines con los que cada grupo social define para el ejercicio pragmático de los saberes. En tanto la concertación de especialistas en equipos de trabajo interdisciplinario repercute en la formulación de modelos de análisis e instrumentación de acciones, es menester observar que estos mecanismos no se encuentran igualmente estructurados en las diferentes regiones geográficas ni en las distintas esferas económicas. Mientras que en algunos países o para algunos estratos sociales, los resultados de investigación y el desarrollo tecnológico fluye con relativa eficiencia, existen espacios geográficos, étnicos y económicos que no observan modificación producto de la reflexión académica sino hasta que han pasado varios años de su producción, y en muchas ocasiones, no por el reconocimiento o inquietud del propio grupo en cuestión, sino por imitación o imposición por ser interés económico de algún otro grupo. 

El proceso educativo constituye un mecanismo instrumental a partir del cual se transmiten los saberes que sostienen la cultura y potencian la adaptación de los individuos; el conocimiento del proceso pedagógico representa un saber estratégico que puede funcionar como catalizador del proceso adaptativo de los individuos y de las sociedades. La inversión que una sociedad puede hacer en la consolidación de estructuras y mecanismos que promuevan la retroalimentación ágil y pertinente de los impactos que métodos y objetivos planteados están teniendo, permitiría lograr ajustes más eficaces de las acciones instrumentadas y de los fines que pudieran ser más adecuados para el interés colectivo. Lo que nos lleva a pensar en la necesidad de incorporar en la estructura curricular a los procesos de investigación educativa de una manera recursiva, de tal suerte que los hallazgos constatados den pauta a las actualizaciones del quehacer educativo.  

Es también muy importante dar píe al desarrollo de conocimiento del área humanística del saber que se necesita respecto de nosotros mismos, generar las bases de una identidad en cada uno de los niveles colectivos en los que participamos y reestructurar los mecanismos didácticos con el fin de que este saber dé pauta a las metas de los colectivos de manera que efectivamente se propicie la autodeterminación de los diversos grupos que constituyen la nación; invertir en investigación educativa de manera ordenada, monitoreando los resultados para la actualización permanente de los esquemas educativos, es una acción que ha mostrado ser cardinal para sociedades en las que se observa mayor capacidad de adaptación. El trabajo de investigación que parte del examen y conexión con las formulaciones teóricas de los especialistas antiguos y contemporáneos, que transforma el trabajo en permanente diálogo socrático, sometido convencionalmente a validación formal y presentado de manera abierta al escrutinio de otros investigadores, es el modo que ha sido empleado por la institución escolar, siendo los cuerpos colegiados los representantes encargados, de preservar, difundir y aumentar el saber de las diversas áreas de interés de la sociedad. No obstante, en este punto es menester señalar que la función universitaria puede ver afectados sus intereses básicos dirigidos a la búsqueda del entendimiento al verse inmersa en procesos burocráticos en los que es más importante contabilizar el número de escritos que la relevancia y valor inherentes al quehacer de la investigación.

La proyección universitaria debe garantizar la consolidación de equipos de trabajo interdisciplinario y transdisciplinario que se avoquen a la investigación de mecanismos de evaluación del aprendizaje como resultado de un proceso social concurrente con necesidades determinadas históricamente y con conciencia colectiva de metas. Es fundamental vincular estos datos con la práctica cotidiana universitaria, mediante la incorporación en la estructura académica de la permanente revisión, análisis y discusión de los hallazgos de investigación. Configurar adecuadamente las academias universitarias en una estructura de colaboración transdisciplinaria.

Ahora bien, La naturaleza misma de la institución universitaria conlleva la interpretación del conocimiento como un capital humano fundamental; Sin embargo, la propia noción de conocimiento es asumida desde diferentes perspectivas teóricas, dando pauta a la definición de múltiples aproximaciones metodológicas. Esto pone en el centro de la discusión al problema de la libertad de pensamiento. Pero aún con la diversidad observada en estas visiones universitarias existen mecanismos que representan el crecimiento, contrastación y reestructuración sistemática de las estructuras de conocimiento. La presencia de sociedades de conocimiento, así como de medios de difusión, espacios y foros de discusión regulares, que permiten la coordinación de acciones, tanto entre instituciones como al interior de ellas, hacen posible que las universidades operen como instancias de gestión de cambio. Los grupos de individuos que conforman la academia representan en sí uno de los principales elementos racionales de la cultura al dar vida mediante el juicio a la conciencia óntica de los grupos y al posibilitar la constitución epistémica de nuestra presencia en el tiempo. Pero no sirven de nada si estructuralmente no pertenecen a un proceso integral, si solamente se participa para conseguir estatus profesional y conseguir puntos para un mejor salario.

El papel de la definición de un modelo educativo no implica, de ninguna manera, la censura de escuelas o doctrinas del pensamiento. Por tal motivo, un papel del modelo educativo que debe ser fortalecido es el relativo a la configuración de academias y cuerpos colegiados; sin una estructuración adecuada de éstas, las funciones universitarias no se cumplen efectivamente. El modelo debe considerar en su estructura instancias y mecanismos que mantengan un registro permanente de la presencia y actividad del quehacer universitario en relación con la producción y difusión del conocimiento. Sin esta estructura, se vuelve evidente la poca conciencia o incluso el desdén que el grupo social que configura una universidad particular tiene por su papel histórico, así como el privilegio que se da a un pragmatismo inmediatista; que, por otro lado, da cuenta de la poca capacidad de planeación que se observa en muchas universidades de países en desarrollo. El modelo educativo, entonces, debe mantener una correspondencia plena con la implementación de sus estructuras, pues estas estructuras fomentarán, limitarán o incluso cancelarán las posibilidades de su correcto ejercicio. Luego entonces, dado que actualizar el modelo educativo implica que en la estructura universitaria recae la responsabilidad de registrar y dar cuenta de la memoria institucional, debe ser garante de que la producción en todos los ámbitos universitarios trascienda y quede para la utilidad de la sociedad.

Consecuentemente, es momento de que, como institución, la universidad, dé cuenta conscientemente del carácter epistémico y académico de categorías conceptuales tales como la conciencia, la memoria, la identidad dando lugar al respeto de la aproximación humanística como parte del saber universal que se aproxima al autoconocimiento y que debe ser incorporado en la visión de un modelo educativo. Este argumento implica la necesidad de reconocer que nuestra visión epistémica debe dejar de ser aquella que distinguía un saber absoluto, ciencias poseedoras de verdades, para dar píe a la actualización en los avances de áreas humanísticas que, en las economías de vanguardia, marcan la pauta para su desarrollo social, incluso en temas tan técnicos como la robótica o tan científicos como la epistemología genética.  

Dado que es imperioso partir con conciencia plena de los supuestos que subyacen a las actividades de investigación, es menester asumir que el desarrollo de saberes se encuentra estrechamente vinculado a los contextos en los que se adquieren y se desarrollan; no obstante, no se debe tomar una posición completamente culturalista que nos coloque en un relativismo que al final nos deje con conclusiones sin valor generalizable. Es de cardinal importancia entender el valor que representa para la estructura universitaria la conformación de cuerpos normativos acordes al desarrollo científico que corre paralelo en todos los ámbitos del planeta para la valoración de la solidez de los argumentos que representan la base de la constitución de esquemas de conocimiento. Sin soslayar, por el otro lado, la validez de los argumentos que vuelven evidente el papel de la subjetividad en la construcción de la experiencia y sus implicaciones en la construcción social de dichos esquemas de conocimiento, colocando en un punto particular de la estructura universitaria al conocimiento de nosotros mismos, con todo el dinamismo que éste representa y la relevancia que se le debe dar a la inclusión de la diversidad. 

En el mismo sentido, es necesario asumir que la evaluación del proceso didáctico y de los resultados de aprendizaje que de él se desprenden debe hacerse partiendo de principios generales que conlleven la utilización de constructos teóricos que no den por sentado verdades absolutas ni favorezcan la práctica educativa dogmática, el modelo educativo debe dejar de centrarse en contenidos y girar sus metas hacía los procesos cognitivos, de tal suerte que el razonamiento crítico sea la pauta para conseguir los mejores resultados de aprendizaje. Parece oportuno promover una didáctica centrada en el estudiante, desprendernos de la visión de un contenido rígido y percibido como absoluto. Sin embargo, la meta implica la evolución del pensamiento de los docentes, y muchos de ellos no están concentrados en desarrollar su conocimiento en el ámbito de la educación, tienen un desarrollo con perfiles de diferentes áreas de la ciencia. A pesar de esto si el modelo educativo incorpora en su desarrollo curricular procesos que impliquen el trabajo transdisciplinario el propio desarrollo individual correspondiente a los docentes se vería favorecido. Por ejemplo, consideremos la pertinencia de enfocar la atención en los resultados de aprendizaje desde una perspectiva interdisciplinar, en un primer momento, y utilizar la evaluación como un eje de análisis para entender la mecánica del proceso. Ya que parece natural que cualquier enfoque de análisis, que pretenda alcanzar de mejor manera un alto desarrollo del proceso, debe partir de la evaluación de los resultados de aprendizaje esperados, pues el valor de la enseñanza se concentra en el “qué” se espera como el mejor resultado del proceso educativo. De tal manera que, si queremos que el aprendizaje derive en un estudiante activo y con alto grado de agencia académica, se requiere que los objetivos actitudinales, afectivo-motivacionales, y autorreferenciales de los estudiantes sean más claramente definidos en términos de metas de aprendizaje curricular. Se requiere de la revaloración del valor epistémico que ha alcanzado la subjetividad humana y de la incorporación sistémica de procesos que se centren en la realización plena de Seres Humanos como la meta fundamental.


[1] En singular por su connotación institucional en el marco global de nuestra sociedad

[2] En plural para connotar la diversidad en su interpretación y en su manifestación cultural de grupos sociales diversos.

[3] Usando la terminología de Hegel para orientar el contexto histórico de visión evolutiva de la noción de Humanidad

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